
- Soportó a los fariseos
- Guardó silencio cuando podía decir mucho.
- No cedió ante la tentación.
- Amó a sus enemigos.
- Perdonó a los que le fallaron.
- Se sometió a su Padre.
El espíritu que Dios puso cuando sopló en el interior del hombre, fue un espírtu de valentía, pero Adán pecó; se olvidó de las Palabras de Dios y esto llevó a que pecara su esposa e hijos. El enemigo, diablo, astutamente se enroló en el Edén (Permitido por Dios para verificar el amor de su hijo Adán) al ingresar al Edén, el hombre falló y ese espíritu fue contaminado, manchado por uno de cobardía. Sin embargo, como San Pablo, le dice a Timoteo, este espíritu ahora, QUE HEMOS NACIDO DE NUEVO, no es de cobardes, sino de PODER, para derrotar al enemigo y sus huestes, de autoridad para vencer, espíritu de AMOR, para soportar la lucha, al enemigo y DOMINIO PROPIO, para vencer la tentación. ¡Gloria a Dios! ¡Qué tremendo espíritu Dios ha puesto en nosotros! Cristo ha transformado nuestra oscuridad y temor, ahora somos VALIENTES, más que vencedores.